Señores, ¡a escena!
Viejo amado
jueves, 30 de abril de 2009
HISTORIA SOCIAL Y CULTURAL DE LA LITERATURA
les dejo un capítulo de Arnold Hauser
Según nos informa Eginardo, Carlomagno mandó coleccionar y escribir los “antiguos cantos bárbaros” de luchas y batallas. Eran éstos evidentemente cantos que trataban de los héroes de la época de las invasiones, de Teodorico, Ermanrico, Atila y sus guerreros, y que en parte habían sido elaborados ya anteriormente y convertidos en poemas épicos más o menos extensos. En la época de Carlomagno el poema épico no correspondía ya al gusto de las gentes distinguidas; entonces eran preferidos ya los poemas clásicos y eruditos. El mismo rey debió de sentir un interés puramente histórico por los antiguos cantos épicos, y el hecho de que los mandara escribir confirma sólo que estaban amenazados de desaparición. También, sin embargo, la colección de Carlomagno se ha perdido. La siguiente generación, la de Ludovico Pío y sus contemporáneos, nada quiso saber ya de esta poesía. La forma épica tuvo que adaptarse a los temas bíblicos y expresar el modo de ver del clero, para no desaparecer del todo de la literatura. Verosímilmente la colección mandada hacer por Carlomagno fue redactada por eclesiásticos; a juzgar por el Beowulf, los clérigos se habían ocupado ya desde antes de reelaborar historias de héroes. La poesía épica, sin embargo, tiene que haberse mantenido además junto a la literatura monacal de otra manera, más semejante a su forma primitiva, antes de que despertara a nueva vida en la épica cortesana y caballeresca. Tiene que haberse dirigido ante todo a un público más amplio que el de la poesía libresca de los eclesiásticos, y también que el del primitivo canto épico. La poesía épica fue expulsada de la corte y de las moradas de los señores; si se mantuvo, pues, en alguna parte, y realmente se mantuvo, sólo puede haber sido entre las clases inferiores. Mas solo ahora, en los siglos que corren del final de la época heroica al comienzo de la época caballeresca, se convirtió en popular. Pero tampoco en este tiempo se convirtió en lo que se llama “poesía popular” en el verdadero sentido de la palabra; siguió estando, por el contrario, en manos de unos poetas profesionales que, a pesar de su carácter popular, nada tenían en común con el pueblo que hace poesía de modo espontáneo e impersonal.
La “épica popular” de la historia romántica de la literatura no tenía primitivamente relación alguna con el pueblo. Las canciones encomiásticas y heroicas, de que proviene la epopeya, fueron la más pura poesía de clase que una casta de señores ha producido nunca. No eran ni compuestas por el pueblo ni por él cantadas ni difundidas, como tampoco estaban dedicadas al pueblo u orientadas según el modo de pensar popular. Eran pura y simplemente poesía artística y arte aristocrático; trataban de los hechos y aventuras de una aristocracia guerrera, adulaban su afán de gloria, reflejaban su amor propio heroico y sus conceptos morales trágico-heroicos. Además, no sólo se dirigían a esta aristocracia, único público concebible, sino que de ella misma salían, al menos al principio, los poetas. Los antiguos germanos tenían, desde luego, antes y aun en tiempos de esta poesía nobiliaria, una poesía comunitaria: fórmulas rituales, conjuntos, adivinanzas, máximas, y una pequeña lírica social, es decir, canciones de danza y de trabajo, así como cantos corales que ejecutaban en los banquetes y ceremonias fúnebres. Estas formas poéticas eran la propiedad comunal, en conjunto todavía no diferenciada, de todo el pueblo, sin que la recitación o ejecución en común constituyera un carácter imprescindible (63). Comparada con esta poesía colectiva, la canción encomiástica y heroica parece ser invención sólo de los tiempos de las invasiones. Su carácter aristocrático se explica por los trastornos sociales ligados con el triunfo de la invasión, los cuales iban a poner término a la relativa uniformidad de la situación cultural anterior. Así como a consecuencia de las nuevas conquistas, ampliaciones de las posesiones y fundaciones de Estados la estructura de la sociedad se conformó de manera más diferenciada, también junto a las formas comunales de poesía se desarrolló una poesía clasista, que verosímilmente procedía de los nuevos elementos de la nobleza. Pero esta poesía no sólo era propiedad particular de una clase privilegiada, que estaba cerrada al exterior y acentuaba su posición social característica, sino que era también, a diferencia de la primitiva poesía comunal, creación de poetas profesionales al servicio de la clase dominante.
Los primeros poetas que se distinguen personalmente en la época heroica y de las invasiones eran desde luego todavía guerreros y pertenecían al séquito del rey (64); al menos en el Beowulf intervienen de forma activa en la poesía los príncipes y los héroes. Pero pronto estos distinguidos aficionados y poetas de ocasión son sustituidos por poetas profesionales, que en adelante constituyen uno de los elementos indispensables de una corte principesca, y en la mayoría de los casos no son ya guerreros. El skop, es decir, el poeta áulico de los germanos occidentales y meridionales, se nos presenta desde luego como un profesional especializado. En cambio el skald áulico de los germanos septentrionales siguió siendo, a la vez que poeta de profesión, guerrero; y como hombre de confianza y consejero de los príncipes conserva rasgos característicos de los sabios y doctos cantores de la prehistoria. Tanto más notable resulta por ello que el concepto de la creación personal se desarrollase más en el skald que entre los cantores áulicos de los otros germanos, los cuales ejecutan canciones ya propias, ya ajenas, sin señalar la diferencia y sin que el público preguntara quién era el autor de las canciones. La alabanza de los oyentes va dirigida siempre a la ejecución. Entre los noruegos, por el contrario, el poeta y el ejecutante se distinguen claramente, se conoce y aun exagera el orgullo del autor, y se concede gran valor a la originalidad de la invención. Con las obras se conservan allí también los nombres de los autores, fenómeno éste que en otras partes sólo se observa tras la aparición del clérigo que escribe. En el Norte esto está quizá en relación con el prestigio de que el poeta disfruta en cuanto guerrero.
Probablemente ya entre los ostrogodos había poetas profesionales. Casiodoro dice que en el año 597 Teodorico envió al rey de los francos, Clodoveo, un cantor y un arpista. Por la descripción de Prisco sabemos que tales cantores actuaban en la corte de Atila. Pero no está suficientemente claro en la información que poseemos si ya estos cantores ocupaban una verdadera posición oficial como poetas. Tampoco sobre la estimación que se concedía a la profesión de poeta entre los germanos de aquella época heroica sabemos nada seguro. Por una parte, se supone que los poetas y cantores pertenecían a la corte y mantenían una relación cordial con el príncipe; pero, por otra, se recuerda que, por ejemplo, en el Beowulf, los poetas no son citados por su nombre ni siquiera una vez, por lo que no debe de haber sido demasiado grande su prestigio. Lo que sabemos seguro es que en Inglaterra el poeta áulico tenía desde el siglo VIII una situación oficial (65), y esta institución debe de haberse establecido firmemente, más pronto o más tarde, entre todos los germanos. Sin embargo, no debió de durar mucho, pues pronto tenemos noticias de cantores errantes que van de corte en corte y de la casa de un señor a la de otro para entretener a la sociedad aristocrática. Este cambio no produce, sin embargo, consecuencias tan profundas como se podía creer; los poemas conservan su carácter cortesano, si bien los príncipes y héroes a los que van dirigidos son diferentes en cada ocasión. En todo caso el elemento profesional se acentúa más visiblemente en los cantores errantes que en los fijos y áulicos, cuya relación con la sociedad cortesana sigue siendo ambigua. Pero no debemos confundir al cantor cortesano errante con el juglar común, igualmente errante, pero desamparado, que encontramos más tarde. La distancia entre ambos tipos sólo se acorta cuando el cantor profano pierde el favor de la corte y tiene que encontrar su público por las esquinas de las calles, en las posadas y en las ferias.
Según el relato de Prisco, en las cenas de la corte de Atila a las canciones encomiásticas y guerreras seguían las representaciones cómicas de los payasos, a los que hemos de considerar, por una parte, como los herederos de los antiguos mimos, y, por otra, como los antepasados de los juglares medievales. Quizá al comienzo el género serio y el género cómico no estaban tan marcadamente separados como más tarde, cuando el cantor, en cuanto funcionario de la corte, se sentía cada vez más alejado de los mimos, para volverse a acercar de nuevo a ellos al transformarse en cantor errante. Una de las razones principales de la crisis que hizo desaparecer a los cantores de corte en los siglos VIII y IX fue, además de la actitud hostil del clero (66) y de la decadencia de las pequeñas cortes (67), la competencia de los mimos (68). El noble poeta cortesano de las canciones heroicas desaparece al desaparecer los heroicos sentimientos de su público; pero la poesía heroica sobrevive a la época heroica y tiene más larga vida que la sociedad a que debe su origen. Al extinguirse la cultura nobiliaria guerrera, se transforma de poesía exclusivamente de clase en arte de todos. El hecho de que fuera posible sin más este desplazamiento de arriba abajo y que el mismo género de poesía pudiera ser comprendido y gozado por las clases altas y bajas casi al mismo tiempo. Sólo se puede explicar porque la distancia cultural entre señores y pueblo no era entonces, ni tampoco durante mucho tiempo. Tan grande como fue después. Los señores vivían, es verdad, desde el principio en una esfera distinta que el pueblo, pero su diferencia frente a las clases inferiores no había ocupado aún el primer plano de su conciencia (69).
La teoría romántica, que interpreta la poesía heroica como arte popular, fue en lo esencial sólo un intento de explicar el elemento histórico de la épica heroica. El Romanticismo no se había dado cuenta todavía de la función de propaganda que desempeña el arte. La idea de que la nobleza guerrera de la gran época heroica pudiera tener un interés práctico en la poesía no fue sospechada por los románticos. En su “idealismo”, éstos nunca hubieran admitido que, con su poesía, aquellos héroes sólo aspirasen a levantarse a sí mismo un monumento o realzar el prestigio de su clan, esto es, que pudieran tener un interés distinto del espiritual en la transmisión poética de los grandes acontecimientos. Y como, por otra parte, no podían sospechar que los poetas de las canciones de las crónicas -idea que sólo a nuestra época se le ha ocurrido-, no les quedaba otro camino que explicar el origen de los temas históricos de la épica por una tradición que tuviera su origen inmediatamente en los acontecimientos y pasara de boca en boca, de generación en generación, hasta que por fin se desarrollaba en la fábula competa de los poemas épicos. La perduración de las historias heroicas en los labios del pueblo era a la vez la más sencilla explicación de la existencia subterránea que la épica hubo de arrastrar entre sus dos apariciones manifiestas, a saber, la de la época de las invasiones y la de la época de la caballería. Por lo demás, el Romanticismo pensaba que también estos fenómenos –los poemas ya terminados- eran sólo etapas de una evolución completamente continua y homogénea. Lo que preocupaba a los románticos en orden a comprender todo este proceso no eran los momentos históricos aislados, sino el crecimiento ininterrumpido, la tradición viva de la leyenda.
Jacobo Grimm fue tan lejos en su misticismo folclorista que llegó a considerar inimaginable que una epopeya popular hubiera sido nunca “compuesta”; pensaba que se componía a sí misma, y se imaginaba su formación como la germinación y el desarrollo de una planta. El Romanticismo entero estuvo de acuerdo en que la épica heroica no tenía nada que ver con el poeta individual y consciente, que ejerce su arte como una habilidad adquirida, sino que era la obra del pueblo ingenuo, que crea de manera inconsciente y espontánea. Los románticos explicaban la poesía popular, por una parte, como improvisación colectiva, y, por otra, como un proceso lento, continuo, orgánico, con el que era completamente inconciliable la idea de la existencia de saltos bruscos, deliberados, atribuibles a un individuo particular. Según los románticos, la epopeya popular “crece” a medida que la leyenda heroica va siendo transmitida de una generación a otra, y cesa de crecer cuando ingresa en la literatura. El término “leyenda heroica” designa aquí la forma en que la epopeya está todavía por completo en posesión del pueblo y a la que debe el poeta épico la mejor parte de su obra. Pero incluso en los casos en que se puede admitir la existencia de una tradición oral de los acontecimientos históricos, el problema no consiste en saber en qué medida utiliza el poeta el material tradicional, sino qué puede ser designado todavía como “leyenda” en este material. La idea de una tradición que fuera capaz de producir una narración épica larga y unitaria sin la cooperación de un poeta consciente y deliberadamente creador, y que pusiera a cualquiera en condiciones de narrar tal fábula, propiedad comunal del pueblo, de una manera completa y coherente, es completamente absurda. Una narración fijada y terminada, completa y unitaria, aunque sea todavía en forma tosca, no es ya una leyenda, sino un poema, y aquél que la cuenta por primera vez es el poeta (70). Como ha demostrado Andreas Heusler, es un grave error creer que los relatos heroicos comienzan por ir anónimamente de boca en boca, como leyenda informe, y son después recogidos por un poeta profesional y transformados en poema. Una leyenda heroica surge desde el primer momento como una canción, como un poema, y como tal es repetida y reelaborada ulteriormente. El poema épico es sólo una forma tardía, que en ciertas circunstancias elimina la primitiva redacción más breve, pero no es fundamentalmente distinta de aquélla (71). La leyenda realmente ingenua e iliteraria no consiste más que en motivos aislados, inconexos, episodios históricos sueltos flojamente trabados, leyendas locales breves y sin desarrollar. Tales son los elementos que pueden ser suministrados por el pueblo, el poeta popular impersonal, pero que nada contienen de lo que hace que una canción heroica sea una canción heroica y un poema épico un poema épico.
Joseph Bédier niega, con respecto a la épica francesa, no sólo la existencia de tal leyenda inmediatamente ligada a los acontecimientos históricos, sino incluso la existencia de canciones heroicas y toda razón para suponer que la redacción de las epopeyas fue anterior al siglo X. También para él como, desde el Romanticismo, para todos los investigadores de leyendas, el problema consiste en el origen de los elementos históricos de la epopeya. Si, como él subraya, nunca ha existido algo así como una leyenda que va desarrollándose espontáneamente, ¿cuál es el puente que une, a través de los siglos, los acontecimientos de la época de Carlomagno y la épica a él referente? ¿Cómo llegaron los motivos históricos a las chansons de geste? ¿Cómo llegaron a ser conocidas las personas y los acontecimientos del siglo VIII a los poetas de los siglos X y XI? Estas preguntas, piensa Bédier, todavía no han sido satisfactoriamente contestadas, pues la hipótesis de que las leyendas comenzaron a formarse ya entre los contemporáneos de los héroes es una respuesta para salir del paso, que resuelve mediante una construcción completamente caprichosa el problema de cómo los poetas tuvieron la idea de elegir para héroes de sus obras a personas históricas que ya entonces hacía varios siglos habían muerto (72).
La tradición oral había sido puesta en duda ya por Gaston Paris; pero él no pudo salvar la distancia temporal que media entre los acontecimientos históricos y los poemas épicos más que con las canciones heroicas de la teoría de Wolf y Lachmann (73). Bédier niega, como ya antes de él Pío Rajna (74), que hayan existido nunca tales canciones heroicas, por lo menos en lengua francesa, y piensa que los elementos históricos de la epopeya heroica han de atribuirse a la erudita aportación de los clérigos. Bédier intenta demostrar que las chansons de geste surgieron a lo largo de las vías de peregrinación, y que los juglares que las recitaban ante las multitudes reunidas junto a las iglesias de los monasterios eran, en cierta medida, los portavoces de los monjes. Pues éstos, dice, para hacer la propaganda de sus iglesias y monasterios ponían, sin duda, interés en divulgar las historias de los santos y de los héroes que allí estaban enterrados o cuyas reliquias se guardaban allí, y para este fin se servían, entre otras cosas, del arte de los juglares. Las crónicas de los monasterios contenían indicaciones sobre estas figuras históricas y fueron, según Bédier, la única fuente de la que pudieron proceder los fundamentos históricos de las epopeyas. Así, por ejemplo, la Canción de Rolando, en la que los monjes hacen de Carlomagno el primer peregrino de Compostela, debe de haber tenido su origen como una leyenda local en los monasterios del camino de Roncesvalles y debe de haber sacado su materia de los anales de estos monasterios (75).
Se ha objetado contra la teoría de Bédier que, en la Canción de Rolando, entre tantos santos y tantas ciudades españolas que se citan no se nombra ni al apóstol Santiago ni el famoso lugar de su sepultura, centro de peregrinaciones. ¿Dónde está la propaganda de la peregrinación, se ha preguntado, si el poeta no cita, justamente, el término del viaje? La objeción no es del todo contundente, pues posiblemente lo que nosotros poseemos es sólo una redacción del poema, pronto convertido en cosa universalmente estimada y en la que ya no existía ningún interés particular en citar el centro de peregrinación que era Compostela. Mas sea de ello lo que quiera, la huella de la mano clerical es tan evidente en los poemas épicos franceses como inconfundible es el tono del juglar. Vemos reunidas en la misma obra todas las fuerzas que en los territorios de lengua alemana y anglosajona motivaron la caída del canto heroico desde las alturas de un arte cortesano hasta el nivel de lo popular. Estas fuerzas son el monacato y la juglaría, el poeta y el público de las más bajas capas de la sociedad, el interés eclesiástico y el gusto por lo conmovedor y picante que cada vez resaltan más en primer término. Bédier sabe muy bien que las peregrinaciones no explican todo ni mucho menos, e insiste en que, para comprender las canciones de gesta, son tan necesarias las cruzadas en Oriente y Occidente, los ideales y sentimientos de la sociedad feudal y de la caballería como el mundo intelectual de los monjes y el mundo sentimental de los peregrinos. Las canciones épicas son incompresibles in los peregrinos y sin los monjes, pero también son incomprensibles sin el caballero, el burgués, el campesino y, sobre todo, el juglar (76).
¿Quién era y qué era propiamente este juglar? ¿De dónde viene? ¿En qué se diferencia de sus antecesores? Se ha dicho que es el cruce del cantor cortesano de la Alta Edad Media y del mimo de la Antigüedad (77). Desde la Antigüedad, el mimo nunca ha cesado de florecer. Cuando las últimas huellas de la cultura antigua ya estaban borradas, todavía los herederos de los antiguos mimos seguían circulando por el territorio del Imperio y entretenían a las masas con su arte sin pretensiones, sin selección, sin literatura (78). En la Alta Edad Media los países germánicos están inundados de mimos. Pero hasta el siglo IX los poetas y cantores de las cortes se mantienen completamente separados de ellos. Sólo cuando, a consecuencia del renacimiento carolingio y de la influencia clerical de la generación siguiente, los poetas y cantores cortesanos pierden sus oyentes aristocráticos y encuentran en las clases inferiores la competencia de los mimos, tuvieron, en cierta ,medida, que convertirse en mimos ellos mismos para poder mantenerse en la rivalidad (79). Y así, ambos –cantor y comediante- se mueven en los mismos círculos, se mezclan e influyen mutuamente, hasta que pronto ya no se pudieron distinguir. Entonces no hay ya un mimo ni un skop; sólo hay el juglar. Lo que en éste sorprende es, sobre todo, su riqueza de aspectos. El poeta aristocrático y especializado en canciones heroicas es sustituido ahora por el vulgar juglar, que ya no sólo poeta y cantor, sino también músico y bailarín, dramaturgo y cómico, payaso y acróbata, prestidigitador y domador de osos; en una palabra, el bufón público y el maître de plaisir de la época. Ha terminado la especialización, la distinción, la grave dignidad. El poeta cortesano se ha convertido en payaso público, y su degradación social ha influido sobre él de una manera tan revolucionaria y violenta, que ya nunca se recuperará del golpe. Pertenece, de ahora en adelante, a la gente desarraigada: vagabundos y rameras, clérigos fugitivos y estudiantes perdularios, charlatanes y mendigos. Al juglar se le ha llamado “el periodista de la época” (80), pero la verdad es que cultiva propiamente todos los géneros: la canción de danza como la de burlas, el cuento como el mimo, la leyenda de santos como la epopeya. Esta adquiere rasgos completamente nuevos en tal vecindad. En ciertos pasajes adquiere un carácter patético y efectista, al que era completamente ajeno el antiguo canto épico. Ya no es el tono bronco, de sublime patetismo, trágico-heroico, de la Canción de Hildebrando lo que persigue el juglar; pretende más bien entretener con la epopeya, y busca la expresión violenta, el efecto final, la agudeza (81). Comparada con los monumentos de la poesía heroica anterior, la Canción de Rolando revela en cada momento este gusto juglaresco más popular y tendente a lo picante.
Pío Rajna cuenta una vez que él pudo llegar casi hasta el fin de su investigación sobre la épica francesa sin haber tenido ocasión de escribir ni una sola vez la expresión “canto heroico”. Karl Lachmann, por el contrario, hubiera podido replicar que sin tal concepto no hubiera podido formular ni una sola tesis fundamental sobre la épica. El Romanticismo disolvió la épica en leyenda y canción, porque sus teóricos creían que en la épica de los poetas profesionales los poderes irracionales de la historia no destacaban con suficiente inmediatez. Nuestra época, por el contrario, atiende con preferencia tanto en la épica como en el arte en general, al saber consciente y aprendido, porque tiene más comprensión para el elemento racional que para el sentimental e impulsivo. Los poemas tienen su propia leyenda, su propia historia heroica. Las obras de la poesía viven no sólo en la forma que los profetas les dan, sino también en la que les atribuye la posteridad. Toda época cultural tiene su Homero propio, sus Nibelungos propios y su Canción de Rolando propia. Cada época se compone para sí estas obras al explicárselas conforme a su propio sentido. Pero las explicaciones se pueden entender mejor como un progresivo circunvalar la obra que como una aproximación en línea recta a ella. La última interpretación no es absolutamente “la mejor”. Todo intento de explicación en serio, realizado desde el espíritu de un presente vivo, profundiza y amplía el sentido de las obras. Toda teoría que nos muestra la epopeya heroica desde un punto de vista nuevo e históricamente real es una teoría útil. No se trata tanto de la verdad histórica, de “lo que ocurrió propiamente”, cuanto de ganar un acceso nuevo e inmediato al tema. La interpretación romántica de la leyenda y de la poesía heroicas ha puesto en claro que los poetas épicos, aunque eran artistas muy primitivos, todavía no podían disponer de su materia con total libertad y se sentían mucho más fuertemente ligados por una forma ya de antes inventada y transmitida que los poetas de tiempos posteriores. Por su parte, la teoría de las canciones reelaboró la composición abierta y acumulativa de los poemas épicos y abrió el camino para comprender de su carácter sociológico, al indicar que su origen se encontraba en los cantos heroico-aristocráticos de alabanza y de guerra. La doctrina de la contribución de los clérigos y juglares iluminó, finalmente, por un lado, los rasgos populares y no románticos, y, por otro, los rasgos eclesiásticos y eruditos del género. Sólo después de todos estos intentos de interpretación se ha podido alcanzar una perspectiva que estima a la epopeya heroica como lo que se llama “poesía hereditaria” (82) y la coloca entre la poesía de arte, que se mueve libremente, y la poesía popular, que está vinculada a la tradición.
(Hauser; 1968:210-222)
(63) Andreas Heusler: Die altgerm. Dicht., 1929, p. 107; Idem, en Joh Hoops: Reallex. d. germ. Altertumskunde, I, 1911-1913, página 459.
(64) Hermann Schneider: Germanische Heldensage, I, 1928, páginas 11, 32.
(65) H.M. Chadwick: The Heroic Age, 1912, p. 93.
(66) Koberstein-Bartsch: Gesch. d. deutschenm National-Lit., I, 1872, 5ª ed., pp. 17, 41-42.
(67) Rudolf Koegel: Gesch. der deutschen Lit., I, 1, 1894, p. 146.
(68) A. Heusler, en Reallexikon de Hoops, I, p. 462.
(69) W.P. Ker: Epic and Romance, 2ª ed., 1908, p. 7.
(70) H. Schneider: op. cit., p. 10.
(71) A. Heusler: Die altgerm. Dicht., p. 153.
(72) Joseph Bédier: Les Légendes épiques, I, 1914, p. 152.
(73) “Romania”, XIII, p. 602.
(74) Pío Rajna: Le origini dell’epopea francese, 1884, pp. 469-85.
(75) J. Bédier: op. cit., III, 1921, pp. 382, 390.
(76) Ibid., IV, 1921, p. 432.
(77) Wilhelm Hertz: Spielmannsbuch, 1886, p. IV.
(78) Herman Reich: Der Mimus, 1903, passim.
(79) Edmond Faral: Les Jongleurs en France au moyen âge, 1910, p. 5.
(80) Wilhelm Scherer: Gesch. d. deutschen Lic., 1902, 9ª. Ed., página 60.
(81) Ibid., p. 61.
(82) H. Schneider: op. cit., p. 36.
LINGÜÍSTICA Y GRAMÁTICA II
1.2. Corrientes lingüísticas. Análisis de los marcos que las sustentan. Lenguaje y medio. Niveles de análisis lingüístico. Saussure. Benveniste. La teoría de la enunciación. La enunciación y el discurso. El proceso de la enunciación como conversión de la lengua en discurso. Sujeto de la enunciación. Aparato formal. Marcas de enunciación en el texto. Enunciación: unidades deícticas. Los indicadores de persona y de localizaciones temporales y espaciales. La intersubjetividad. Los subjetivemas. Las modalizaciones. Tiempos de indicativo y tiempos de enunciación .Marcas del enunciado .Discurso y historia. El sujeto cultural, E. Cros . El sujeto ideológico .Tipología discursiva. Textos orales y textos escritos. Aspectos comunes. El debate oral. El monólogo argumentativo. Textos académicos y científicos. El discurso político.
1.3. El discurso en la teoría del “círculo de Bajtin”. Aspectos polémicos. Enunciado y contexto. Enunciados referidos. Concepto de dialoguismo. La translingüística. Los géneros.
PARA PRACTICAR ANALISIS DEL DISCURSO:
Nos vemos a MI REGRESOOOOO!!!!
1) En los siguientes textos analizar situación de enunciación:
a)"Vamos a apostar a un plan de obras con fuerte participación pública. Pensamos que se pueden crear unos 600.000 puestos en un plazo no muy largo. A los argentinos nos hace falta recuperar la confianza pero ese es un trabajo de todos. Creo en la necesidad de que exista hoy una oposición constructiva que, aunque no comparta mi posición pueda aportar algunas ideas. Las decisiones unilaterales a las que nos tenían acostumbrados en otros tiempos, aquí, no van a existir en mi gobierno."
b) “Rosas conservó el orden social heredado, lo reforzó y lo entregó intacto. Había una innata propensión aristocrática en la sociedad argentina, un amalgama de valores hispánicos y la nueva prosperidad que sobrevivió a la caída de Rosas.”
c) Hoy voy a sentir miedo, porque sé que papá ya no puede cuidarme
LA PROBLEMÁTICA DE LOS TIEMPOS VERBALES EN EL DISCURSO
En la línea de búsqueda de una explicación a las contradicciones inevitablemente surgidas, al intentar adaptar el tiempo gramatical al tiempo físico, hay que situar la teoría de Weinrich.
Para este autor, dado que la capacidad combinatoria de las formas verbales en el contexto es limitada (como consecuencia de la «consecutio temporum»), los tiempos se distribuyen en dos grupos temporales: grupo temporal I y grupo temporal II. En cada uno de los dos grupos está comprendido todo el Tiempo del Mundo desde el pasado más remoto hasta el futuro más lejano. Por ello, la frontera entre ambos grupos no es una frontera temporal (de Tiempo), sino que tiene que ver con la situación comunicativa.
Se ha comprobado estadísticamente que no sólo los tiempos concuerdan mejor con unos que con otros, sino que también los grupos de ellos resultantes concuerdan mejor con unos géneros y con unas situaciones comunicativas que con otras. De la misma manera, también las situaciones comunicativas se reparten claramente en dos grupos, según el grupo temporal que en ellas predomine.
El grupo II predomina en la novela y en todo tipo de narración oral o escrita, excepto en las partes dialogadas intercaladas, es decir, predomina en las situaciones comunicativas en las que narramos (de ahí que se llame a los tiempos de este grupo «tiempos del mundo narrado» o «tiempos de la narración».
El grupo I predomina en la lírica, el drama, el diálogo en general, el periodismo, el ensayo literario, la exposición científica ..., es decir, predomina en las situaciones comunicativas en las que el mundo no es relatado sino comentado, tratado (por ello se llama a los tiempos de este grupo «tiempos del mundo comentado» o «tiempos comentadores».
Mundo narrado y mundo comentado: cuando el hablante emplea los tiempos del grupo II, el oyente sabe que ha de recoger la información como relato, pero ignora que haya de relacionarla con lo pasado. Así por ejemplo, la información que facilita un tiempo como «canta» (tiempo del grupo I) es: «¡atiende, que te atañe directamente!», mientras que la facilitada por «cantaba» (tiempo del grupo II) es: «¡ahora puedes escuchar con más descuido!». Con ello la situación comunicativa queda marcada cualitativamente.
El mundo narrado es indiferente frente a nuestro Tiempo. Puede quedar fijado en el pasado por una fecha, o en el presente o futuro por cualquier otro dato.
Siempre que se emplean los tiempos del mundo narrado, toda la situación comunicativa se desplaza a otro plano. Esto no significa desplazamiento de la acción al pasado, sino a otro plano de la conciencia, situado más allá de la cotidiana temporalidad. Así el Tiempo narrado es de otra especie que el Tiempo vivido, por ello el mundo narrado con su Tiempo narrado no puede ser identificado con ninguna fracción del Tiempo del mundo comentado o Tiempo vivido y, mucho menos, con la porción de Tiempo llamado pasado.
El mundo de los cuentos infantiles es el mundo narrado por excelencia. En ningún relato estamos tan distanciados de la situación cotidiana como en el cuento infantil; por ello, es en él donde se traza con más firmeza, que en cualquier otro relato, la frontera entre el mundo narrado y el mundo cotidiano. La introducción y la conclusión del cuento corresponde generalmente a una fórmula. No es fácil imaginarse un cuento que no empiece con la fórmula «érase una vez» (u otra semejante). Es característico en ésta, como en todas las fórmulas iniciales, el imperfecto (tiempo del mundo narrado), que nos dice que comienza el mundo relatado.
La conclusión del cuento presenta generalmente una fórmula tan elocuente como la introducción. En ella se abandonan los tiempos del mundo narrado y en su lugar aparecen los del mundo comentado, por ejemplo: «colorín colorado, este cuente se ha acabado».
Entre los tiempos del mundo narrado y los del mundo comentado hay un claro paralelismo:
Salta a la vista el claro paralelismo de formas, que en parte puede percibirse por el oído (semejanza de los morfemas -rá / -ría) y en parte proviene del paradigma del verbo auxiliar (va / iba; acaba / acababa ...). Este paralelismo queda desequilibrado en español por una mayor abundancia de tiempos en el grupo II (tiempos del mundo narrado).
Como conclusión podemos decir que Weinrich sustituye la igualdad tiempo verbal = Tiempo, por la ecuación tiempo verbal = comportamiento del hablante articulado en los dos grupos temporales del mundo comentado y del mundo narrado.
Ahora bien, ¿qué es lo que ocurre con la teoría del aspecto? Para este autor la doctrina del aspecto es, al menos en las lenguas románicas, falsa y engañosa, ya que no existen aspectos lingüísticos. Como ejemplo que demuestra tal afirmación cita «la Guerra de los Cien Años duró en realidad ciento dieciséis años», donde una acción duradera está expresada por un perfecto simple (tiempo al que se le caracteriza por su aspecto perfectivo, puntual ...). En «daba la una cuando entró», una acción puntual está expresada por un imperfecto (tiempo al que se le caracteriza por su aspecto durativo, iterativo, habitual ...). Ello quiere decir, según Weinrich, que a partir de los tiempos no puede determinarse el aspecto (o cualidad formal del proceso). En cambio, sin los tiempos, partiendo de la significación de las palabras y de la experiencia extralingüística, puede determinarse con la máxima exactitud esa cualidad formal.
Ya que sin los tiempos puede determinarse la cualidad formal de un proceso, y sólo con ellos no puede determinarse en absoluto, habrá que suponer, nos dice este autor, que los tiempos tienen tan poca relación con la cualidad formal de los procesos como con el Tiempo.“
martes, 28 de abril de 2009
JUDAS
Estoy y me diluyo en infinitas persecuciones.
Busco ser algo más que una voz imperceptible en las lágrimas de los otros.
Nada me abandona:
El beso que, inconmovible, devastó mis labios,
La niña que llora a los pies de mi cama,
Los ríos de mi sangre desbordando riberas,
El horror de las fugas prematuras,
Ese amanecer sola en un campo sin ecos,
El prodigio de cada alumbramiento,
Las palabras que no me dijeron
Y las que no debieron ser dichas,
El fantasma de no ser amada,
La culpa que nos hace humanos,
La inextricable melodía que mis oídos recuperaron,
El sabor de la leche materna,
Los sueños a contrapelo del mundo,
El desgano,
El deseo.
Un solo gesto puede salvarme.
Quienquiera que lo cometa será mi Judas.
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sábado, 25 de abril de 2009
Judas
giuda
sono e mi disperdo in persecuzioni infinite.
cerco di essere qualcosa di piu’ di una voce impercettibile
nelle lacrime degli altri.
Nulla mi abbandona:
il bacio , che spietato , devasto’ le mie labbra,
la bambina che piange ai piedi del mio letto,
i fiumi del mio sangue straripando argini ,
l’orrore delle premature fughe ,
questo svegliarmi sola in un campo senza echi,
il prodigio di ogni procreazione,
le parole che non mi furono dette
e quelle che non mi avrebbero dovuto dire,
lo spettro di non essere amata,
la colpa che ci rende umani,
la inestricabile melodía che il mio udito ha recuperato,
il sapore del latte materno,
i sogni a contrapelo del mondo ,
l’assenza di voglia,
il desiderio.
Un solo gesto mi puo’ salvare .
Chiunque lo compia sara’ il mio giuda
jueves, 23 de abril de 2009
CÁTEDRA SOCIOLINGÜÍSTICA
BIENVENIDOSSSS!!!!!!!!!!
LA ETNOGRAFÍA DE LA COMUNICACIÓN
El concepto de etnografía de la comunicación aparece articulado y definido teóricamente por primera vez el año 1964 en la prestigiosa revista American Anthropologist(1) . En este texto fundacional el sociolingüista Dell Hymes empieza diferenciando la etnografía de la comunicación de otras perspectivas o enfoques vinculados al estudio del lenguaje como "la etnolingüística", la "psicolingüística" o la "sociolingüística". La etnografía de la comunicación se distingue por no tratar una parcela del estudio de la lengua sino por su indicación para estudiar de forma etnográfica el complejo territorio de la comunicación. La etnografía de la comunicación implica una doble aproximación antropológica a los problemas del lenguaje: la primera es trascender las aportaciones fragmentadas de las disciplinas mencionadas anteriormente y pasar a investigar directamente el uso del lenguaje en contextos situacionales; y, en segundo lugar, se tiene que alejar de la forma lingüística como marco de referencia en favor de la comunidad como contexto, investigando los hábitos comunicativos como uno todo y que cualquier uso de los canales y los códigos de comunicación se observen como recursos aplicados por los miembros de la comunidad. En otro texto de finales de los años 80, Evelyn Jacob reconoce la etnografía de la comunicación como una de las cinco tradiciones de investigación cualitativa dentro de la investigación en educación (2) . El más interesante del análisis de Jacob es la caracterización que hace de la etnografía de la comunicación como una tradición de investigación que no se puede etiquetar, sin más, como investigación "cualitativa" cuando, en realidad, se trata de todo un planteamiento teórico-epistemológico que se añade a las diversas alternativas de investigación enfrentadas a los planteamientos empírico-analíticos de los funcionalistas. Para Jacobs la etnografía de la comunicación se ha desarrollado a partir de un interés por la interacción social cara a cara y por la intención de hacer la etnografía más sistemática y más sensible a los fenómenos microsociales. Los etnógrafos de la comunicación se ocupan de los patrones de la interacción social entre los miembros de un mismo grupo cultural o de diversos. Están interesados en entender cómo los microprocesos de la interacción social se relacionan con los aspectos macrosociales como la cultura o la organización social. La cultura es un aspecto central de la etnografía de la comunicación porque se convierte en un elemento configurador de las interacciones sociales. Pero, a pesar del papel determinista del contexto social en la configuración de las interacciones, un aspecto central de esta etnografía reside en que las estructuras y las instituciones sociales son producidas en parte por la interacción cara a cara. Por lo tanto, el estudio detallado de los patrones de interacción aporta mucha luz sobre la cultura de los grupos sociales que se estudian.Según Jacob, la etnografía de la comunicación no orienta su foco de atención hacia la totalidad de la cultura de un grupo social sino que se centra en escenas particulares. Esta visión parcial ha concentrado la atención de estos especialistas en dos aspectos prioritarios: a) comprender las reglas de una organización social observando escenas significativas en diversos grupos culturales de la sociedad; y b) observar cómo las interacciones sociales se convierten en productos sociales.Desde el punto de vista metodológico, para Jacob el trabajo del etnógrafo consiste a describir las interacciones cara a cara entre culturas y dentro de la propia cultura y relacionar los patrones de interacción con procesos sociales y culturales más amplios. La autora pone mucho el énfasis en la necesidad de respetar al máximo la naturalidad con la que se den las escenas observadas y aboga por el uso de tecnologías para registrar la realidad social en su estado más puro. De la comparación entre las diversas tradiciones descritas por Jacob llama la atención el hecho de que la etnografía de la comunicación sea la única en la cual el análisis de los datos tiene un tratamiento tanto cualitativo como cuantitativo.
CÁTEDRA EDI IV
Relación entre Descartes y Cervantes
Y ¿cómo negar que estas manos y este cuerpo sean míos, si no es poniéndome a la altura de esos insensatos cuyo cerebro está tan turbio y ofuscado por los negros vapores de la bilis que aseguran constantemente ser reyes, siendo muy pobres, ir vestidos de oro y púrpura, estando desnudos, o que se imaginan ser cacharros o tener el cuerpo de vidrio? Mas los tales son locos, y yo no lo sería menos si me rigiera por su ejemplo.
Dos años después de su publicación en España, aparece en París, en 1615, la traducción francesa de las Novelas ejemplares de Miguel de Cervantes, quien en ese momento está en la cumbre de su fama gracias al rotundo éxito de la primera parte del Quijote. Parece que la recopilación de sus novelas morales alcanza rápidamente una gran acogida popular en Francia. Una de las más celebres de esas novelas ejemplares cuenta la historia de un ingenioso estudiante que enloquece tras tomar un filtro amoroso preparado con no muy buen tino por una amante despechada; se trata, claro está, de la célebre narración El licenciado vidriera. La locura del muchacho consiste, precisamente, en creerse todo hecho de vidrio y, por tanto, estar contínuamente en trance de quebrarse.
Todo indica, que cuando se publicó en París la historia de nuestro licenciado, Descartes se encontraba apunto de terminar sus estudios en el colegio de los jesuítas de La Flèche. Entre 1615 y 1616 se licenció en derecho civil y canónico en Poitiers y el 1618 se alistó en el ejercitó de Mauricio de Nassau, príncipe protestante impulsor de la rebelíon de los Paises Bajos contra el dominio español. La intención del joven lincenciado Descartes no era otra que, tal y como confiesa en el Discurso del método, liberarse de la Escuela para estudiar "el gran libro del mundo":
Por esta razón, tan pronto como la edad me permitió alejarme del acatamiento de mis preceptores, abandoné de forma total el estudio de las letras y, tomando la decisión de no buscar otra ciencia que la que pudiera encontrar en mí mismo o en el gran libro del mundo, dediqué el resto de mis años de juventud a viajar, conocer cortes y ejércitos, tratar con gentes de diversos temperamentos y condición social, coleccionar experiencias, ponerme a prueba en las ocasiones que la experiencia me ofrecía y reflexionar en cualquier ocasión de forma tal sobre las cosas que se presentaban que siempre pudiese obtener algún provecho.
Tomás Rodaja es un joven de origen pobre que, determinado a estudiar una carrera universitaria, decide marchar a Salamanca y ponerse al servicio de dos estudiantes ricos, una de las pocas posibilidades que había en la época para que un pobre tuviera acceso a los estudios superiores. Al tiempo de estar estudiando en la Universidad, sus amos han terminado las carreras y deciden volver a su lugar de origen, Tomás los acompaña, pero en poco días el deseo de regresar para continuar sus estudios es más fuerte y decide retornar a Salamanca. En esto ocurre que, por el camino, conoce a un capitán de los Tercios que está formando compañía, es decir, reclutando soldados, y convence a Tomás para que lo acompañe a Italia. Éste se lo piensa y decide finalmente aceptar su periplo militar, su propia ocasión para "leer el libro del mundo". Pasa a Italia, cuyas ciudades esplendorosas lo dejan maravillado; después a Flandes, donde visita Amberes, Gante, Bruselas... Finalmente determina volver a Salamanca a continuar sus estudios, lo cual hace cruzando Francia. Se trata de un periplo parecido al del licenciado Descartes, aunque militando cada uno en bandos enemigos.
De regreso a Salamanca, termina por "graduarse de licenciado en leyes"; en ese tiempo, una mujer se encapricha de él y cómo él no atiende a sus reclamos, le hace tomar un mejunje que apunto está de costarle la vida y que, finalmente, lo deja trastornado del juicio:
Seis meses estuvo en la cama Tomás, en los cuales se secó y se puso, como suele decirse, en los huesos, y mostraba tener perturbados todos los sentidos; y aunque le hicieron los remedios posibles, sólo le sanaron la enfermedad del cuerpo, pero no de lo del entendimiento, porque quedó sano, y loco de la más extraña locura que entre las locuras hasta entonces se había visto. Imaginóse el desdichado que era todo hecho de vidrio, y con esta imaginación, cuando alguno se llegaba él, daba terribles voces pidiendo y suplicando con palabras y razones concertadas que no se le acercasen, porque le quebrarían: que real y verdaderamente él no era como los otros hombres: que todo era de vidrio, de pies a cabeza.Filosóficamente hablando, es sumamente interesante la cuestión del efecto que tiene en el ingenio de Tomás su nueva condición vítrea:
Decía que le hablasen de lejos, y le preguntasen lo que quisiesen, porque a todo les respondería con más entendimiento, por ser hombre de vidrio y no de carne: que el vidrio, por ser de materia sutil y delicada, obraba por ella el alma con más promptitud (sic) y eficacia que no por la del cuerpo, pesada y terrestre.Aunque aquí se está planteando el problema de la comunicación de las sustancias, hay que tener en cuenta que los referentes o fuentes teóricas son Platón y Aristóteles (incluso el aristóteles escolástico), más que el propio Descartes, por supuesto, cuya obra Cervantes no podía conocer, entre otras cosas, porque no existía cuando escribió las Novelas ejemplares. Sí que existía, sin embargo, un libro de un médico español que fue un verdadero "bestseller" en toda europa, que se publicó por primera vez en 1575 y que, como ha sido de sobra documentado, es la fuente filosófica fundamental de los textos de Cervantes. Aquél libro se llamó Examen de ingenios para las ciencias y fue escrito por el doctor Juan Huarte de San Juan (nótese que "ingenio" es una palabra que repiten muchísimo en sus escritos, tanto Cervantes como Descartes). Se trata de una especie de psicología aplicada avant la lettre de estas que se usan para la selección de personal; como su propio título indica, analiza los distintos tipos de "ingenio" para determinar qué clase de ciencia son más idóneos para ejercer. Las fuentes principales del Doctor San Juan son Platón y Aristóteles. La extraña locura de Tomás plantea el clásico problema del alma y los modos de conocimiento; y eso es lo que se trata ahora de comentar.
El Quijote y la paradoja
Cervantes a lo largo de la obra, como hemos leido en anteriores capítulos, usa la paradoja y abusa en este capítulo en el que tal mal sale nuestro protagonista, sirva como ejemplo:
- El excesivo, como he dicho, valor de lo marginal cuando describe ensalzando a los condenados y menospreciando a los guardianes.
- En la puesta en boca de los galeotes lo que podíamos llamar sabiduría marginal: Cuando nuestro protagonista hace uso del refrán "quien canta su mal espanta".... es respondido con un contra-refrán "acá ocurre al revés...quién canta una vez, llora para toda la vida".
-Más exagerado, el uso de la paradoja (con tintes muy humorísticos) la encontramos en la descripción de los delitos: uno condenado por enamorado, a otro por músico y cantor y a otro por faltarle diez ducados.
-Y como culmen el apedreamiento de los liberados a su libertador... es una venganza ?
ACÁ VA ALGO DE HUIZINGA.... LO DEMÁS LO TENGO EN ITALIANO..ESPERO QUE LES SEA DE UTILIDAD
Johan HUIZINGA: EL OTOÑO DE LA EDAD MEDIA
Los siglos XIV y XV son, en muchos lugares - sobre todo en Italia -, el principio de una nueva era, o al menos su anuncio. Quienes buscan las raíces del Renacimiento las encuentran en ellos, y aún más, el ''Quattrocento'' aparece ya como la quintaesencia de aquél en algunos aspectos. Estamos condenados a ensanchar los límites de cualquier categoría historiográfica, una vez creada, y no es difícil hacerlo; los especialistas son capaces de buscar y encontrar ejemplos que lo justifiquen, pues en la diversidad de la vida humana y de sus manifestaciones se da esa posibilidad; también un mismo fenómeno suele presentar ambigüedades susceptibles de ser interpretadas en un determinado sentido, y no es infrecuente que nos hallemos, a veces, entre ciertas personalidades representativas - caso de Dante o de Petrarca - que presentan la doble faceta y que al mismo tiempo tipifican el pasado y el futuro. Con el mismo derecho, los estudiosos de la Edad Media ven en estos siglos la culminación del significado de ésta; son inteligibles, en sus hechos y en sus mentalidades, sólo desde el contexto que les proporciona el espíritu medieval, tan vivo todavía, que volverá a impregnar más tarde al mundo postrenacentista tomando como eje las preocupaciones de carácter religioso.
Huizinga, como luego Genicot, tiene esta segunda perspectiva. Si éste, al abarcar toda la Edad Media, otorga a los siglos en cuestión un papel no creativo pero de continuidad, Huizinga se centra en ellos para remarcar a pesar de todo lo específicamente medieval de su esencia, labor mucho más ardua, pues sus argumentos no pueden descansar sólo en razones formales. Ambos, además, ven en Francia y aledaños el ámbito territorial más representativo, lo cual no deja de ser un enfoque parcial de ese mundo que quizá no sería válido si se hubiera centrado en otros lugares, y no digamos ya en Italia. Podemos delimitar un poco más el enfoque de Huizinga y situarlo en un espacio aún menor, el correspondiente al ducado de Borgoña, que incluye también a Flandes. Coincide, por cierto, el período, con la existencia de esa extraña unidad política donde confluyen influencias de origen diverso (francesas, germanas, italianas) que le dan un aire ''internacional'', abierto (y por ello muy medieval), pero que añade por su cuenta un toque ''borgoñón'', esto es, una especie de desmesura, de exageración. Entre Borgoña y Francia, va pues Huizinga a deambular para mostrarnos el tono de aquellos tiempos.
El tono de la vida, precisamente, será objeto de su primer análisis. Y ese tono ofrece, sobre todo, contrastes, vivencias mucho más marcadas que en nuestros tiempos entre la alegría y la desgracia, entre la felicidad y el dolor, entre la risa y el llanto. La cara y la cruz de la vida se manifestaban intensamente: predicadores que sumen a sus oyentes en el terror y el arrepentimiento, exteriorización de los sentimientos de un modo desbordado, apasionamiento y fantasía pueril. De todo ello los documentos de la época no son capaces de ofrecer en plenitud una imagen exacta, pero también son fuente segura para que sepamos que la codicia y la belicosidad destacaban sobre las demás pasiones. Los cronistas (como Chastellain) y la literatura (canción popular y libros de caballerías sobre todo) van más allá, envolviendo las pasiones en auras de leyendas, lo que evidencia que aún estaban vivas las raíces de la mentalidad medieval ''Tan abigarrado y chillón era el colorido de la vida que era compatible el olor a sangre con el de las rosas''; el pueblo ''vive entre los extremos de la negación absoluta de toda alegría terrena y un afán insensato de riqueza y de goce, entre el odio sombrío y la más risueña bondad''. Pero, por desgracia para nosotros, la parte positiva, lo luminoso de aquella época, no ha quedado tan bien reflejado en los testimonios de que disponemos como la tristeza, lo oscuro, y por ello la Edad Media se nos aparece con esos tonos tan lúgubres.
Una realidad poco gratificante exigía el anhelo de una vida más bella, y en eso también el Renacimiento va a coincidir, pero con una diferencia: el Renacimiento valora la belleza por sí misma, mientras que el hombre medieval la pone al servicio de lo sobrenatural y lo heroico. La Corte de un príncipe se convierte en un remedo de la Corte celestial, y, como en ésta, hay una jerarquía y un ritual; la cortesía se generaliza en todos los estratos. Y el ideal caballeresco, justificado en la protección a los débiles, se va a nutrir cada vez más de valores religiosos: ''con tales colores de piedad y continencia, sencillez y fidelidad se pintaba entonces la bella imagen del caballero ideal''. La prueba de que el heroísmo era todavía un valor vigente está en la fundación de órdenes militares como la del Toisón de Oro y la pervivencia del espíritu de cruzada, bien para reconquistar los Santos Lugares, bien para impedir el avance de los turcos en los Balcanes (Batalla de Nicópolis); luego los hechos no serían tan fieles a las intenciones y la vanidad sustituye a la eficacia del intento. También el amor es una constante del ideal caballeresco, pero un amor que busca más el merecimiento que la consumación, al revés, una vez más, que en el Renacimiento. A falta de cruzadas y damas que rescatar, la vida y el ideal caballerescos se materializan en el torneo, que es también fiesta y deporte; se inventan pretextos (como los ''pasos honrosos'') y se llevan los colores de la dama. Eso quiere decir que ''el ideal caballeresco, con su contenido todavía medio religioso, sólo podía ser profesado por una época de cerrar los ojos a la fuerza de las realidades, por una época susceptible de las mayores ilusiones''. La cultura moderna, que entonces empezaba a desplegarse, obliga pronto a la antigua forma de la vida a renunciar a las ''aspiraciones demasiado altas''.
Esas aspiraciones elevadas son aún la base, en el terreno amoroso, de la primera parte de la obra más representativa del tema: el ''Roman de la Rose'', de Guillaume de Lorris; toda una retórica medieval (personificaciones de la Ociosidad, el Recreo, la Alegría, la Dulzura, la Juventud...) entra en un juego, la conquista del castillo del amor, sin llegar a lograrse el intento, con la consiguiente frustración del amante. Pero la segunda parte, la debida a Jean de Meun, sin romper con el procedimiento, llega sin embargo al final contrario: el castillo es asaltado y la rosa obtenida; un misticismo sustituye a otro: frente a los valores religiosos de la castidad, de la virginidad y de la renuncia se alza el imperativo de la naturaleza, que exige la conservación de la especie: ''en todo esto se vuelve a poner con plena conciencia en el centro el motivo sexual y se le reviste en la forma de un misterio tan ingenioso, más aún, de tanta santidad, que no era posible un reto más descarado al ideal de vida de la Iglesia. En su tendencia completamente pagana puede considerarse al ''Roman de la Rose'' como un paso hacia el Renacimiento. En su forma externa parece genuinamente medieval''. Pero ni en un caso ni en otro, ni en la literatura erótica ni en la piadosa, hay ''apenas una huella de auténtica compasión por la mujer, por su debilidad y por los peligros y dolores que le depara el amor''. Todo el ideal amoroso, más o menos sublimizado, está visto desde el mundo masculino como un pretexto al servicio de su vanidad (como decía la poetisa de la época, Cristina de Pisan, ''No son las mujeres quienes han hecho estos libros''). En definitiva, ''el bello juego del amor, como forma de vida, fue jugado, pues, en el estilo caballeresco, en el genero bucólico y en la artificiosa alegoría de la rosa, y aunque resonaba por todas partes la negación de todos estos convencionalismos, sus formas conservaron, sin embargo, su valor vital y cultural hasta mucho después de la Edad Media''.
Y del amor a la muerte. La fuerza de la imagen de la muerte es, a finales del período, más intensa que nunca. La misma palabra ''macabre'', de etimología incierta, surge a finales del XIV, y pronto servirá para adjetivar las ''danzas de la muerte''. Y es lo macabro lo que mejor define la representación que las gentes se hacían de todo aquéllo que se refiere a la muerte. Los predicadores no hablaban de otra cosa. Muchas veces elegían a propósito lugares tétricos, como los cementerios, para hacer más eficaces sus palabras. Y de todos ellos, el cementerio parisino de los Inocentes alcanzó triste fama en ese sentido. Las mismas danzas de la muerte'' (que en principio fueron ''danzas de los muertos'', y sólo de hombres) se solían representar allí, aunque la primera de ellas lo fue en 1449 en el palacio ducal de Brujas, por tanto, antes de que pasaran a ser tema para el arte. El terror que la muerte provocaba era, pues, la manifestación más extrema del espíritu religioso, pero éste tenía también otras formas de expresión siempre tensas, que necesariamente pasaban por lo plástico; es una religiosidad que no puede prescindir del culto a la Virgen y a los santos en una medida que de hecho se acerca a un politeísmo efectivo: ''Para la fe vulgar de la gran masa, la presencia de una imagen visible hacía completamente superflua la demostración intelectual de la verdad de lo representado por la imagen. Entre lo que se tenía representado con forma y color delante de los ojos las personas de la Trinidad, el infierno flamígero, los santos innúmeros y la fe en todo ello, no había espacio para esta cuestión: Será verdad?''. La religión se vive con cierta rutina a nivel popular, de un modo pasivo; los círculos nobles también en esto quieren destacar, y hay así una especie de ''romanticismo de la santidad'' que les hace, pese a llevar una vida poco recomendable, buscar una especie de autohumillación que no siempre queda en retórica; otros, sacerdotes o no, se dejan llevar por la emoción y la fantasía que la Iglesia admitía siempre que no rebasaran lo simbólico. Aun así, la exageración provocada por el recurso a los símbolos llegó a extremos casi grotescos: la analogía entre lo sagrado y lo profano, las alegorías, la numerología (todas las semanas había un día nefasto para recordar la matanza de los Inocentes). La lucha contra tal tendencia será uno de los caballos de batalla de Lutero (''Quién es tan pobre de ingenio'', dijo, ''que no pueda probar a hacer alegorías?''). Como dice Huizinga ''el simbolismo era un medio de expresión deficiente para las conexiones del cosmos, que se imponen al espíritu como un firme saber, sin necesidad de ser expresadas en términos lógicos, conexiones como las que surgen muchas veces en nuestra conciencia cuando oímos música: ''videmus nunc per speculum in aenigmate''''. La reacción más vigorosa contra ese tipo de religiosidad vendrá de Flandes: es la ''Devotio moderna'', la imitación de Cristo, la humildad, la sencillez, la plácida espera de la muerte, que ya no es vista con terror sino con esperanza.
En la vida cotidiana el pensamiento también está determinado por una finalidad moral y religiosa, pero la forma que adopta es fundamentalmente el refrán, incluyendo en esta categoría, a nivel aristocrático, el lema. Por otro lado, la propensión a individualizar las situaciones y a creer que cada una de éstas tiene una explicación propia, aunque dentro de un esquema alegórico-religioso, da lugar a la generalización de la casuística en todos los terrenos, desde el ceremonial hasta los torneos pasando por los asuntos de conciencia; el autor pone como ejemplo significativo los testamentos de la época, tan minuciosos en los detalles como pobres en bienes a transmitir.
Para Huizinga, los documentos oficiales, la gran pasión de los historiadores, no dejan traslucir plenamente el tono de la vida medieval, son demasiado formales. La literatura (pensemos por ejemplo en Villon) nos acerca más a la realidad, pero a través de ella sólo se decanta, por lo general, el lado negativo, pues su contenido abunda más en los aspectos lúgubres que en los luminosos; la imagen que nos proporciona de la Edad Media resulta dura, poco atractiva. En contraste, el arte tiende a ver el lado amable, positivo, sereno. Por ello, una visión completa del período tiene que valerse de los tres elementos al mismo tiempo. En el caso del arte, y especialmente de la pintura, son al mismo tiempo la limitación del medio (aunque menos que en la escultura) y la finalidad (crear un ambiente que contribuyera a rodear a las clases superiores de lujo y belleza) las causas de esa primacía de lo positivo. Al tratarse además de algo nuevo en relación con la literatura (sumida ya en un formalismo carente de vigor), la representación plástica resulta más viva y auténtica, sobre todo cuando se acerca a la naturaleza o a describir la realidad humana. La perfección formal llega con sorprendente rapidez (véase la obra de Van Eyck) y hay también un ideal de belleza, como en el Renacimiento, pero ese ideal está al servicio de la emoción religiosa o de la majestuosidad, y no se expresa tampoco mediante composiciones unitarias, sino que pone énfasis en los detalles (a modo de paisajes con figuras); esta última característica es, para Huizinga, prueba para adscribir sin duda las obras de estos primitivos flamencos o borgoñones al espíritu medieval en vez de resaltar los aspectos, más bien técnicos, que les hacen preludiar el Renacimiento.
La imagen y la palabra recorrieron distinto camino para representar aquel mundo. Parece que para los coetáneos la palabra tuvo más fuerza y las obras literarias fueron más valoradas. Por el contrario, para nosotros el arte alcanza una valoración superior a la que le dieron quienes lo contemplaron por vez primera, mientras que la mayor parte de la literatura de la época nos parece extravagante y poco atractiva. Ello se debe, dice Huizinga, a que ''el contemporáneo reacciona ante la palabra del poeta con una multitud de asociaciones vivas, pues el pensamiento está entretejido con su vida y lo tiene por nuevo y en flor bajo la veste de la nueva palabra encontrada para él'', pero ''el pintor vive del tesoro de lo no expresado, y la riqueza de ese tesoro es la que determina el efecto más profundo y más duradero de todo arte''. Por eso ''aunque Jan van Eyck hubiese sido el poeta más grande de su siglo, el misterio que se revela en la imagen no se le hubiera abierto en la palabra''.
Para el análisis del Soneto a una nariz
1) rastrea elementos barrocos
2) ¿Qué elementos de inspiración clásica incluye?
3) ¿Cuál es la estructura del soneto, y a qué principio responde? A diferencia de la tendencia renacentista en que el soneto se inclina a una estructura bipartita con los cuartetos para la exposición y los tercetos para la conclusión, este soneto quevediano ofrece una continuidad estructural, con esquema enumerativo, y reiteración de la fórmula hasta el último momento.
4) ¿Cuál es el elemento común a todas las imágenes del soneto?
5) ¿Aparecen elementos juaicos o antisemitas? ¿cuáles?
6) Analizar las metáforas
Para el análisis de Poderoso caballero, Don Dinero
a) breve historia del texto y su transmisión
b) localización y contexto del texto
c) esclarecer todas las connotaciones del poema
d) determinar el tema e identificar tópicos característicos
e) destacar palabras y expresiones características (estética, escuela, género, etc)
f) analizar recursos estilísticos más significativos
establecer las posibles relaciones del texto con el contexto: Reinado de Felipe III. Los privados asumen el poder. Ascensos y descensos inopinados de diversas
personas y personillas en el escalafón de la sociedad. Importación de metales preciosos de las Indias. Las
finanzas españolas, en manos de los banqueros italianos
lunes, 20 de abril de 2009
CÁTEDRA EDI II
En este espacio dejaré algunas actividades y noticias necesarias para el desarrollo de la cátedra
CÁTEDRA LINGÜÍSTICA Y GRAMÁTICA IV
Por este medio nos comunicaremos.Dejaré noticias, actividades y evaluaciones.
Mi email pueden utilizarlo para cuestiones privadas.
Cristina Pannunzio
Estos serán nuestro próximos temas:
La Semántica. Concepto y situación entre las disciplinas lingüísticas.- Breve bosquejo histórico.- La semántica léxica.- La lexemántica.- La semiótica : algunas nociones fundamentales. . Los estudios semánticos en las diversas corrientes lingüísticas : La semántica conductista . La semántica estructural , la semántica generativa
Julieta:
Lo charlamos el viernes
besoss
Ejercicios sobre contexto ambiguo:
dar cuenta de posibles interpretaciones en los siguientes enunciados:
La ministra de la Salud se pronunció contra el uso del tabaco en el Congreso de Diputados.
Los jugadores de Pumas recibieron un premio de 15 mil pesos por su desempeño.
Ya no soporto a la perra de la vecina.
"Usted será afortunado si consigue que esta persona trabaje para usted."
Impiden robo a camión buscando botín de 30.000 pesos.
Ayer vi a Juan mientras corría.
El pollo está listo para comer.
Por lo que veo, su marido era un hombre de pocas luces.
María vio a un niño con un telescopio en la ventana
espero respuestaaa!!
Buen finde!!!!
Juan se golpeó la cabeza y está llorando