Señores, ¡a escena!

Amo el tiempo malgastado en juegos, los proyectos inútiles, los deseos no saciados, las personas que se aman hasta el punto de separarse para siempre, las esperanzas ilógicas y el silencio junto al fuego. Amo el horror que me produce la contemplación del mar, la brevedad del sol en el otoño, la ofrenda de pasión en cada acto por precario que fuera, la lluvia en los frutales de mi huerto y la niñez perdida en Noches de San Juan

Viejo amado

Viejo amado

miércoles, 20 de mayo de 2009

MODERNISMO HISPANOAMERICANO JOSÉ MARTÍ

SELECCIÓN DE POEMAS DE MODERNISMO HISPANOAMERICANO


JOSÉ MARTÍ



BANQUETE DE TIRANOS


Hay una raza vil de hombres tenaces
De sí propio inflados, y hechos todos,
Todos, del pelo al pie, de garra y diente:
Y hay otros, como flor, que al viento exhalan
En el amor del hombre su perfume.
Como en el bosque hay tòrtolas y fieras
Y plantas insectívoras y pura
Sensitiva y clavel en los jardines.
De alma de hombres los unos se alimentan:
Los otros su alma dan a que se nutran
Y perfumen su diente los glotones,
Tal como el hierro frío en las entrañas
De la virgen que mata se calienta.

A un banquete se sientan los tiranos
Donde se sirven hombres; y esos viles
Que a los tiranos aman, diligentes
Cerebro y corazòn de hombres devoran:
Pero cuando la mano ensangrentada
Hunden en el manjar, del mártir muerto
Surge una luz que les aterra, flores
Grandes como una cruz súbito surgen
Y huyen, rojo el hocico, y pavoridos
A sus negras entrañas los tiranos.

Los que se aman a sí: los que la augusta
Razòn a su avaricia y gula ponen:
Los que no ostentan en la frente honrada
Ese cinto de luz que el yugo funde
Como el inmenso sol en ascuas quiebra
Los astros que a su seno se abalanzan:
Los que no llevan del decoro humano
Ornado el sano pecho: los menores

Y segundones de la vida, sòlo
A su goce ruin y medro atentos
Y no al concierto universal.

Danzas, comidas, músicas, harenes,
Jamás la aprobaciòn de un hombre honrado.
Y si acaso sin sangre hacerse puede
Hágase... clávalos, clávalos
En el horcòn más alto del camino
Por la mitad de la villana frente,
A la grandiosa humanidad traidores.
Como implacable obrero
Que un féretro de bronce clavetea,
Los que contigo
Se parten la naciòn a dentelladas.
Cultivo una Rosa Blanca
Cultivo una rosa blanca
En Junio como en Enero,
Para el amigo sincero,
Que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
El corazón con que vivo,
Cardo ni ortiga cultivo
cultivo una rosa blanca.


Versos Sencillos

Yo soy un hombre sincero
De donde crece la palma.
Y antes de morirme quiero
Echar mis versos del alma.
Yo vengo de todas partes,
Y hacia todas partes voy:
Arte soy entre las artes,
En los montes, monte soy.
Yo sé los nombres extraños
De las yerbas y las flores,
Y de mortales engaños,
Y de sublimes dolores.
Yo he visto en la noche oscura
Llover sobre mi cabeza
Los rayos de lumbre pura
De la divina belleza.
Alas nacer vi en los hombros
De las mujeres hermosas:
Y salir de los escombros
Volando las mariposas.
He visto vivir a un hombre
Con el puñal al costado,
Sin decir jamás el nombre
De aquella que lo ha matado.
Rápida, como un reflejo,
Dos veces vi el alma, dos:
Cuando murió el pobre viejo,
Cuando ella me dijo adiós.
Temblé una vez –en la reja,
A la entrada de la viña.—
Cuando la bárbara abeja
Picó en la frente a mi niña.
Gocé una vez, de tal suerte
Que gocé cual nunca: --cuando
La sentencia de mi muerte
Leyó el alcalde llorando.

Oigo un suspiro, a través
De las tierras y la mar,
Y no es un suspiro, --es
Que mi hijo va a despertar.
Si dicen que del joyero
Tome la joya mejor
Tomo a un amigo sincero
Y pongo a un lado el amor.
Yo he visto al águila herida
Volar al azul sereno,
Y morir en su guarida
La víbora del veneno.
Yo sé bien que cuando el mundo
Cede, lívido, al descanso,
Sobre el silencio profundo
Murmura el arroyo manso.
Yo he puesto la mano osada
De horror y júbilo yerta,
Sobre la estrella apagada
Que cayó frente a mi puerta.
Oculto en mi pecho bravo
La pena que me lo hiere:
El hijo de un pueblo esclavo
Vive por él, calla, y muere.
Todo es hermoso y constante,
Todo es música y razón,
Y todo, como el diamante,
Antes que luz es carbón.
Yo sé que el necio se entierra
Con gran lujo y con gran llanto,--
Y que no hay fruta en la tierra
Como la del camposanto.
Callo, y entiendo, y me quito
La pompa del rimador:
Cuelgo de un árbol marchito
Mi muceta de doctor.

V

Si ves un monte de espumas,
Es mi verso lo que ves:
Mi verso es un monte, y es
Un abanico de plumas.
Mi verso es como un puñal
Que por el puño echa flor:
Mi verso es un surtidor
Que da un agua de coral.
Mi verso es de un verde claro
Y de un carmín encendido:
Mi verso es un ciervo herido
Que busca en el monte amparo.
Mi verso al valiente agrada:
Mi verso, breve y sincero,
Es del vigor del acero
Con que se funde la espada.

X

El alma trémula y sola
Padece al anochecer:
Hay baile; vamos a ver
La bailarina española.
Han hecho bien en quitar
El banderón de la acera;
Porque si está la bandera,
No sé, yo no puedo entrar.
Ya llega la bailarina:
Soberbia y pálida llega:
¿Cómo dicen que es gallega?
Pues dicen mal: es divina.
Lleva un sombrero torero
Y una capa carmesí:
¡Lo mismo que un alelí!
Que se pusiese un sombrero!
Se ve, de paso, la ceja,
Ceja de mora traidora:
Y la mirada, de mora:
Y como nieve la oreja.
Preludian, bajan la luz,
Y sale en bata y mantón,
La virgen de la Asunción
Bailando un baile andaluz.
Alza, retando, la frente;
Crúzase al hombre la manta:
En arco el brazo levanta:
Mueve despacio el pie ardiente.
Repica con los tacones
El tablado zalamera,
Como si la tabla fuera
Tablado de corazones.
Y va el convite creciendo
En las llamas de los ojos,
Y el manto de flecos rojos
Se va en el aire meciendo.
Súbito, de un salto arranca:
Húrtase, se quiebra, gira:
Abre en dos la cachemira,
Ofrece la bata blanca.
El cuerpo cede y ondea;
La boca abierta provoca;
Es un rosa la boca:
Lentamente taconea.
Recoge, de un débil giro,
El manto de flecos rojos:
Se va, cerrando los ojos,
Se va, como en un suspiro...
Baila muy bien la española;
Es blanco y rojo el mantón:
¡Vuelve, fosca a su rincón,
El alma trémula y sola!

XI

Yo tengo un paje muy fiel
Que me cuida y que me gruñe,
Y al salir, me limpia y bruñe
Mi corona de laurel.
Yo tengo un paje ejemplar
Que no come, que no duerme,
Y que se acurruca a verme
Trabajar, y sollozar.
Salgo, y el vil se desliza
Y en mi bolsillo aparece;
Vuelvo, y el terco me ofrece
Una taza de ceniza.
Si duermo, al rayar el día
Se sienta junto a mi cama:
Si escribo, sangre derrama
Mi paje en la escribanía.
Mi paje, hombre de respeto,
Al andar castañetea:
Hiela mi paje, y chispea:
Mi paje es un esqueleto.

XVIII

Es rubia: el cabello suelto
Da más luz al ojo moro:
Voy, desde entonces, envuelto
En un torbellino de oro.
La abeja estival que zumba
Más ágil por la flor nueva,
No dice, como antes, "tumba":
"Eva" dice: todo es "Eva".
Bajo, en lo oscuro, al temido
Raudal de la catarata:
¡Y brilla el iris, tendido
Sobre las hojas de plata!
Miro, ceñudo, la agreste
Pompa del monte irritado;
¡Y en el alma azul celeste
Brota un jacinto rosado!
Voy, por el bosque, a paseo
A la laguna vecina:
Y entre las ramas la veo,
Y por el agua camina.
La serpiente del jardín
Silva, escupe, y se resbala
Por su agujero: el clarín
Me tiende, trinando, el ala.
¡Arpa soy, salterio soy
Donde vibra el Universo:
Vengo del sol, y al sol voy:
Soy el amor: soy el verso!

XII

Estoy en el baile extraño
De polaina y casaquín
Que dan, del año hacia el fin,
Los cazadores del año.
Una duquesa violeta
Va con un frac colorado:
Marca un vizconde pintado
El tiempo en la pandereta.
Y pasan las chupas rojas;
Pasan los tules de fuego,
Como delante de un ciego
Pasan volando las hojas.

XLV

Sueño con claustros de mármol
Donde en silencio divino
Los héroes, de pie, reposan:
¡De noche, a la luz del alma,
Hablo con ellos: de noche!
Están en fila: paseo
Entre las filas: las manos
De piedra les beso: abren
Los ojos de piedra: mueven
Los labios de piedra: tiemblan
Las barbas de piedra: empuñan
La espada de piedra: lloran:
¡Vibra la espada en la vaina!:
Mudo, les beso la mano.
Hablo con ellos, de noche!
Están en fila: paseo
Entre las filas: lloroso
Me abrazo a un mármol: "Oh mármol,
Dicen que beben tus hijos
Su propia sangre en las copas
Venenosas de sus dueños!
Que hablan la lengua podrida
De sus rufianes! que comen
Juntos el pan del oprobio,
En la mesa ensangrentada!!
Que pierden en lengua inútil
El último fuego!: ¡dicen,
Oh mármol, mármol dormido,
Que ya se ha muerto tu raza!"
Échame en tierra de un bote
El héroe que abrazo: me ase
Del cuello: barre la tierra
Con mi cabeza: levanta
El brazo, ¡el brazo le luce
Lo mismo que un sol!: resuena
La piedra: buscan el cinto
Las manos blancas: del soclo
Saltan los hombres de mármol!

XLVI

Vierte, corazón, tu pena
Donde no se llegue a ver,
Por soberbia, y por no ser
Motivo de pena ajena.
Yo te quiero, verso amigo,
Porque cuando siento el pecho
Ya muy cargado y deshecho,
Parto la carga contigo.
Tú me sufres, tú aposentas
En tu regazo amoroso,
Todo mi ardor doloroso,
Todas mis ansias y afrentas.

Tú, porque yo pueda en calma
Amar y hacer bien, consientes
En enturbiar tus corrientes
En cuanto me agobia el alma.
Tú, porque yo cruce fiero
La tierra, y sin odio, y puro,
Te arrastras, pálido y duro,
Mi amoroso compañero.
Mi vida así se encamina
Al cielo limpia y serena,
Y tú me cargas mi pena
Con tu paciencia divina.
Y porque mi cruel costumbre
De echarme en ti te desvía
De tu dichosa armonía
Y natural mansedumbre;
Porque mis penas arrojo
Sobre tu seno, y lo azotan,
Y tu corriente alborotan,
Y acá lívido, allá rojo,
Blanco allá como la muerte,
Ora arremetes y ruges,
Ora con el peso crujes
De un dolor más que tú fuerte.
¿Habré, como me aconseja
Un corazón mal nacido,
De dejar en el olvido
A aquel que nunca deja?
¡Verso, nos hablan de un Dios
A donde van los difuntos:
Verso, o nos condenan juntos,
O nos salvamos los dos!



La Niña de Guatemala

Quiero, a la sombra de un ala,
Contar este cuento en flor:
La niña de Guatemala,
La que se murió de amor.

Eran de lirios los ramos,
Y las orlas de reseda
Y de jazmín: la enterramos
En una caja de seda.

...Ella dio al desmemoriado
Una almohadilla de olor:
El volvió, volvió casado:
Ella se murió de amor.

Iban cargándola en andas
Obispos y embajadores:
Detrás iba el pueblo en tandas,
Todo cargado de flores.

...Ella, por volverlo a ver,
Salió a verlo al mirador:
El volvió con su mujer:
Ella se murió de amor.

Como de bronce candente
Al beso de despedida
Era su frente ¡la frente
Que más he amado en mi vida!

...Se entró de tarde en el río,
La sacó muerta el doctor:
Dicen que murió de frío:
Yo sé que murió de amor.

Allí, en la bóveda helada,
La pusieron en dos bancos:
Besé su mano afilada,
Besé sus zapatos blancos.

Callado, al oscurecer,
Me llamó el enterrador:
¡Nunca más he vuelto a ver
A la que murió de amor!


LOS ZAPATICOS DE ROSA poema de jose marti
Hay sol bueno y mar de espumas,
Y arena fina, y Pilar
Quiere salir a estrenar
Su sombrerito de pluma.
-

"¡Vaya la niña divina!"
Dice el padre, y le da un beso,
"Vaya mi pájaro preso
A buscarme arena fina!".
-

"Yo voy con mi niña hermosa",
Le dijo la madre buena:
"¡No te manches en la arena
Los zapaticos de rosa!"
-

Fueron las dos al jardín
Por la calle del laurel:
La madre cogió un clavel
Y Pilar cogió un jazmín.
-

Ella va de todo juego,
Con aro, y balde y paleta:
El balde es color violeta,
El aro es color de fuego.
-

Vienen a verlas pasar,
Nadie quiere verlas ir,
La madre se echa a reír,
Y un viejo se echa a llorar.
-

El aire fresco despeina
A Pilar, que viene y va
Muy oronda:"¡Dí, mamá!
¿Tú sabes qué cosa es reina?"
-

Y por si vuelven de noche
De la orilla de la mar,
Para la madre y Pilar
Manda luego el padre el coche.
-

Está la playa muy linda:
Todo el mundo está en la playa;
Lleva espejuelos el aya
De la francesa Florinda.
-

Está Alberto, el militar
Que salió en la procesión
Con tricornio y con bastón,
Echando un bote a la mar.
-

¡Y qué mala, Magdalena
Con tantas cintas y lazos,
A la muñeca sin brazos,
Enterrándola en la arena!
-

Conversan allá en las sillas,
Sentadas con los señores,
Las señoras, como flores,
Debajo de las sombrillas.
-

Pero está con estos modos
Tan serios, muy triste el mar:
¡Lo alegre es allá, al doblar,
En la barranca de todos!
-

Dicen que suenan las olas
Mejor allá en la barranca,
Y que la arena es muy blanca
Donde están las niñas solas.
-

Pilar corre a su mamá:
"¡Mamá, yo voy a ser buena;
Déjame ir sola a la arena;
Allá, tú me ves, allá!"
-

"¡Esta niña caprichosa!
No hay tarde que no me enojes:
Anda, pero no te mojes
Los zapaticos de rosa."
-

Le llega a los pies la espuma,
Gritan alegres las dos;
Y se va, diciendo adiós,
La del sombrero de pluma.
-

Se va allá, donde ¡muy lejos!
Las aguas son más salobres,
Donde se sientan los pobres,
Donde se sientan los viejos!
-

Se fue la niña a jugar,
La espuma blanca bajó,
Y pasó el tiempo, y pasó
Un águila por el mar.
-

Y cuando el sol se ponía
Detrás de un monte dorado,
Un sombrerito callado
Por las arenas venía.
-

Trabaja mucho, trabaja,
Para andar: ¿qué es lo que tiene
Pilar que anda así, que viene
Con la cabecita baja?
-

Bien sabe la madre hermosa
Por qué le cuesta el andar:
--¿Y los zapatos, Pilar,
Los zapaticos de rosa?"
-

"¡Ah, loca! ¿en dónde estarán?
¡Dí dónde Pilar!" –"Señora",
Dice una mujer que llora:
"¡Están conmigo, aquí están!"
-

"Yo tengo una niña enferma
Que llora en el cuarto obscuro,
Y la traigo al aire puro,
A ver el sol, y a que duerma.
-

"Anoche soñó, soñó
Con el cielo, y oyó un canto,
Me dio miedo, me dio espanto,
Y la traje y se durmió.
-

"Con sus dos brazos menudos
Estaba como abrazando;
Y yo mirando, mirando
Sus piececitos desnudos.
-

"Me llego al cuerpo la espuma.
Alcé los ojos, y ví
Está niña frente a mí
Con su sombrero de pluma.
-

"¡Se parece a los retratos
Tu niña"--dijo:--"¿Es de cera?
¿Quiere jugar? ¡si quisiera!…
¿Y por qué está sin zapatos?
-

"Mira, ¡la mano le abrasa,
Y tiene los pies tan fríos!
¡Oh, toma, toma los míos,
Yo tengo más en mi casa!"
-

¡No sé bien, señora hermosa,
Lo que sucedió después:
¡Le ví a mi hijita en los pies
Los zapaticos de rosa!"
-

Se vio sacar los pañuelos
A una rusa y a una inglesa;
El aya de la francesa
Se quitó los espejuelos.
-

Abrió la madre los brazos,
Se echó Pilar en su pecho,
Y sacó el traje deshecho,
Sin adornos y sin lazos.
-

Todo lo quiere saber
De la enferma la señora:
¡No quiere saber que llora
De pobreza una mujer!
-

"¡Sí, Pilar, dáselo!
¡y esoTambién!
¡tu manta!
¡tu anillo!
"Y ella le dio su bolsillo,
Le dio el clavel, le dio un beso.
-

Vuelven calladas de noche
A su casa del jardín;
Y Pilar va en el cojín
De la derecha del coche.
-

Y dice una mariposa
Que vio desde su rosal
Guardados en un cristal
Los zapaticos de rosa.

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